Al comenzar «Siempre quiero ser lo que no soy» el lector habitual de la obra de Rodríguez se encuentra con una visión de la España interior, la de los pueblos con menor densidad por kilómetro cuadrado del mundo civilizado, localización preferida de interinos y gente que busca su lugar definitivo en el mundo, una visión que es parte de su pasado y que no evita, con sus defectos y pasiones.