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Al poco, según Sangil, llamó Moncloa y dijeron que sí «al mismo texto que se está poniendo ahora a debate». Los espías italianos encargados de cumplir la misión eran Marco Scaglia y Luciano Benetti, quien apenas comenzada la final conspiraban sobre el tema, para finalmente, tras la victoria uruguaya en la que varios jugadores argentinos fueron abucheados por su propia hinchada, ofrecerle una gran suma de dinero a cambio de jugar al fútbol en y para Italia.